
El País de las Maravillas
Esta serie parte del retrato formal clásico, pero lo transforma al sustituir a la persona por figuras híbridas: un pato, un dinosaurio y otras combinaciones de animales, objetos y materiales que adoptan forma humana.
El contraste entre lo solemne del retrato y lo absurdo de estas presencias genera un desconcierto que invita a preguntarnos qué mostramos realmente y cómo elegimos mostrarnos.
Toda imagen es una máscara: un espacio donde jugamos roles, negociamos apariencias y dejamos entrever nuestras fragilidades.
En esa tensión, la obra nos recuerda que todos usamos máscaras, y que cada gesto frente a la cámara, o frente a la vida, es también una forma de representarnos.
En esa tensión, la obra nos recuerda que todos usamos máscaras, y que cada gesto frente a la cámara, o frente a la vida, es también una forma de representarnos.

















